Las sesiones fotográficas:
Para esta aventura hemos sido tres fotógrafos y trabajábamos por parejas o solos en cada sesión; normalmente llegábamos antes del amanecer y estábamos unas 2 o 3 horas en casa sesión.
Al principio, empezamos las sesiones con las clásicas fotografías de poses con reflejos al fondo del estanque con una decoración acorde a la situación. Pronto los pájaros se van habituando al “estudio al aire libre”, al escenario y los flashes.
El siguiente reto es llevar a nuestros invitados al centro del estanque e intentar los primeros vuelos con reflejo. Se les proporciona una pequeña islita y un posadero de pre-entrada que nos facilitará el encuadre y el pre-enfoque y comienzan los primeros problemas; necesitamos que no haya nada de viento ya que la más ligera brisa nos destroza todos los reflejos perfectos. Aún así se empiezan a obtener algunos buenos resultados y surgen nuevos problemas.
Una de las especies la Lavandera blanca (Motacilla alba) se hace la dueña del lugar y apenas nos deja trabajar con las demás especies. Salvo alguna excepción donde el petirrojo aprovecha unas de las pocas ausencias de la lavandera, todas las fotografías se las lleva ella y la Lavandera cascadeña (Motacilla cinerea), se atreve a entrar.
Llega el momento de fotografiar el hábito de las lavanderas de alimentarse en la superficie del agua en pasadas vertiginosas mientras capturan algunos insectos que flotan o están levemente sumergidos. Nuevas dificultades aparecen en el trabajo, hay que colocar el alimento dentro del agua, que no se desplace del lugar elegido y que ellas tengan la confianza de realizar los lances. Un alambre donde enganchamos los tenebrios (gusanos de la harina, Tenebrio molitor) nos soluciona el primero de los problemas y el segundo deja de serlo cuando la Lavandera blanca realiza su primera captura, la primera de decenas de ellas.
Según fue avanzando el invierno la lavandera cascadeña perdió sus miedos. La Lavandera blanca, más fuerte y robusta seguía teniendo el territorio, pero la cascadeña, muy agil y veloz, comenzó a realizar pases a toda velocidad, burlando el marcaje de la blanca. Finalmente, las dos especies terminaron por convivir a su manera. Nos regalaron infinidad de capturas sobre la superficie del agua y fuimos testigos directos de sus diferencias técnicas en rápidas acciones de captura al vuelo. Solo a través de las fotografías en alta velocidad pudimos darnos cuenta de la belleza de movimientos en estas especies que a simple vista puede parecer que vuelen con movimientos espasmódicos y poco gráciles. En este invierno la fortuna nos sonrió. Lo invisible se hizo visible y pudimos descubrir el verdadero baile de las lavanderas, las hadas del estanque.
Textos y Fotos: Juanjo Segura, Paco Segarra y Cesar Pastor