Ya desde mediados de agosto los bandos multicolores del abejaruco europeo (Merops apiaster) surcan el cielo camino de sus territorios de invernada allá por tierras africanas mientras emiten su característico reclamo. Pero es en el mes de septiembre cuando se puede disfrutar del paso postnupcial en plenitud, al menos así ocurre en la zona en que un servidor vive.
Ya desde hace algunos años he podido constatar un bello rincón compuesto de unos cuántos bancales de almendros, algunos cuidados, la mayoría ya en el olvido, aunque los árboles siguen allí dando sus apreciados frutos y compitiendo por el terreno con el matorral que intenta reconquistar lo que un día fue suyo. Todo a los pies de monte con tupido bosque de pino. Un estrecho pasillo por el que se cuelan esos primeros y cálidos rayos solares que tanto apreciamos pintores y fotógrafos y en el que suelen aparecer muchas mañanas estas bellas aves posándose en alguna rama y alimentándose de insectos, antes de continuar viaje.
Así que en esos primeros latidos del día ya anda uno agazapado, con los prismáticos en una mano y un pequeño cuaderno y lápices en la otra. Atento a todo lo que se mueve y se oye. Atento a la luz. Pronto se escucha el reclamo de varios abejarucos que se deslizan entre el aire. Varios ejemplares se posan en un solitario almendro iluminado por el sol. Llama sobretodo uno de ellos mi atención, al quedar iluminado por un precioso contraluz y ser mecido por una suave brisa. Pero también llama mi atención el enrevesado de ramas que se interponen entre el ave y yo. Ramas iluminadas también por ese contraluz. Hago varios dibujos de la escena, realizo anotaciones de colores y luces que me servirán posteriormente para trabajar en el estudio. Al contrario de otros artistas que buscan las composiciones, ya sean pictóricas o fotográficas, en las que se vean a las aves libres de ramas u otros obstáculos delante de ellas, precisamente esas composiciones son las que a mí me atraen, entre otras cosas porque en la mayoría de las ocasiones que observamos aves en el campo hay alguna rama, hoja, piedra, etc que dificulta nuestra visión pero que a mi personalmente la hace más emocionante, pues en ocasiones nos hace más difícil su identificación.