El lobo ibérico, confinado en los años setenta a zonas de Galicia, Zamora y Sierra Morena, se recupera, y podemos verlo ya también en Extremadura y Montes de Toledo. Pero el futuro de los lobos ibéricos en España y Portugal depende de apenas 500-650 individuos reproductores distribuidos en al menos 254 manadas. La población de lobos ha crecido, sí. Pero aún ocupa menos del 25 % del espacio que tenía a principios del siglo XX, cuando se podía encontrar en toda la Península.
En 1992 la directiva europea de hábitats fijó que al sur del Duero —entonces, su barrera natural— la especie era de “estricta protección”. Al norte se podía cazar con cupos. El objetivo del plan de conservación era juntar la población del norte con la de Sierra Morena.
El consejero de Fomento y Medio Ambiente de Castilla y León, Antonio Silván, ha recordado que la petición de unificar el estatus de lobo a ambos lados del Duero (que es un empeño recurrente de Castilla y León) la trasladó recientemente a la Comisión Europea el ministro de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente, Miguel Arias Cañete, y ha justificado que la misma responde «a una necesidad jurídica, pero también real y territorial en Castilla y León», lo que no supone atacar a una especie protegida, sino garantizar su compatibilidad con las explotaciones ganaderas».
Pero el intento de extender la caza del lobo ha recibido un jarro de agua fría en Bruselas. Como ya avisaron, con un escrito al Ministerio, las asociaciones conservacionistas (Ecologistas en Acción, SEO/Birdlife y WWF), la respuesta de la Comisión, que debe autorizar la consideración de la especie como cinegética, se opone a realizar ahora ese cambio y remite a una revisión de la norma aún sin fecha.
La UE recuerda a España que la norma permite excepciones “siempre que no exista ninguna otra solución satisfactoria” para proteger al ganado. Así se autorizan ya batidas controladas por guardas de Medio Ambiente en Castilla y León, pero, según los ganaderos, son insuficientes, ya que la expansión de la especie hizo que aumentaran los conflictos con los ganaderos. Asaja estima que en 2007 en Castilla y León hubo unos 400 ataques al ganado y en 2011 unos 1800, con unos daños que cifra en 1,5 millones de euros. Otro problema es que Castilla y León, al contrario que otras comunidades, no tiene establecido un sistema de compensación directa por daños al ganado, resume el responsable de Asaja. Es una reivindicación histórica de los ganaderos. “Si la sociedad quiere medioambiente, si la sociedad quiere lobo, que lo pague”, resume el responsable de Asaja.
Alberto Fernández, de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL), minimiza los ataques: “Es un argumento pueril. Los ganaderos tienen muchos problemas, pero, según sus datos, la mortalidad del ganado por el lobo es del 0,5 %, algo que es mínimo”.
Además, hay dudas sobre cuántos de los ataques se deben al lobo y cuántos a perros asilvestrados. Un estudio de investigadores de la Estación Biológica de Doñana (del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) concluyó en 2010 que la mayoría de los ataques atribuidos al lobo en el País Vasco eran en realidad de perros.
Jorge Echegaray, uno de los autores del trabajo, explica que “la existencia de daños a la ganadería no está relacionada con el número de lobos, sino con el tipo de manejo ganadero”, y relativiza la situación: “El 90 % de los ganaderos asturianos […] apenas acumula cuatro expedientes anuales por daños”. Es decir, que con perros adiestrados, vallados, pastores y vigilancia nocturna se evitan los ataques.
Fotos: Alfonso Lario