Desarrollo del congreso
Llegó el gran día y el miércoles 22 al mediodía comenzaron a llegar los primeros asistentes. En la recepción del hotel habíamos instalado un gran stand y teníamos las credenciales y el pack de bienvenida listos para entregar. La recepción de los asistentes resultó ser un poco más compleja de lo esperado ya que fuimos explicando pequeños ajustes en los horarios del programa que nos permitían exprimir un poco mejor las posibilidades fotográficas de los días que teníamos por delante.
Tras la entrega de credenciales en el hotel teníamos programado el acto de apertura del congreso. El lugar: el antiguo teatro de La Alberca. La llegada hasta el teatro sirvió para que muchos de los asistentes vieran por primera vez las típicas calles y edificios de esta pintoresca localidad salmantina.
En primer lugar D. Jesús Pascual, Alcalde del municipio, dio la bienvenida a los asistentes y puso de manifiesto las cualidades de la villa, por la que siente una incondicional devoción. El orgullo de albergar un evento como este estaba patente en cada una de sus palabras. Tras el alcalde llegó el turno de Pablo Bou, Presidente de AEFONA, quién se encargó de dar una calurosa bienvenida y repasar todos los puntos y peculiaridades del programa que habíamos diseñado. Finalmente, y como presentación de una de las visitas insignia del congreso, un técnico de la reserva de Campanarios de Azaba realizó una presentación en la que explicó de manera detallada las funciones y objetivos que aquí persigue la Fundación Naturaleza y Hombre, así como los valores naturales que esta reserva alberga.
Tras el acto de apertura, D. Jesús en nombre el del ayuntamiento, nos agasajó con un estupendo cóctel de bienvenida al otro lado de la plaza mayor. En el restaurante La Catedral nos estaban esperando con una estupenda variedad de productos locales, que para los asistentes internacionales al congreso fueron especialmente atractivos. Tras la presentación del programa y con el gran cóctel de bienvenida el entusiasmo de los asistentes era más que evidente.
Pero todo este entusiasmo era posible que flojeara para los que tenían programada la visita a Campanarios de Azaba para el Jueves 23 por su planificación horaria. Esta visita, que incluía sesión al amanecer antes de entrar a los hides, ponía a prueba la fuerza de voluntad de los asistentes teniendo que levantarse a las 4:30 de la mañana. Un poco más tarde otro grupo, los que para el Jueves habían optado por realizar el «Playground», se levantaba y tomaban la carretera para llegar hasta la localización de los nidos de cigüeña. La mayoría de los que asistieron este día a esta actividad comentaron que de camino al lugar seleccionado para fotografiar pudieron contemplar uno de los amaneceres más impresionantes que han visto en su vida. Al llegar dónde se encontraban las cigüeñas pudieron tomar principalmente fotografías al vuelo ya que no estaban acostumbradas a la presencia de fotógrafos y se mostraron inquietas y desconfiadas. Era un día claro y despejado. Distaban mucho de ser las condiciones ideales en las que fotografiar el meandro del Alagón y las cascadas del arroyo Milano, pero la mayoría, especialmente los que visitaban el lugar por primera vez, se quedaron impresionados ante un paisaje tan cautivador como el del meandro.
Tampoco resultaron ser unas condiciones ideales para exprimir al máximo las posibilidades fotográficas del valle de las Batuecas. Esto permitió que durante la visita adquieran una especial relevancia las explicaciones sobre la historia y los valores naturales del lugar. De todos modos, al final de la visita hubo que despegar de las rocas a algunos de los fotógrafos que se mostraron sorprendidos con las extrañas texturas que adornan las rocas en el entorno del río Batuecas.
Sobre las 5 de la tarde los grupos fueron regresando al hotel, unos más cansados que otros, pero la mayoría con ganas de continuar con las actividades que quedaban para el resto de la jornada. A las 18:30 salió un grupo no muy numeroso hacia la dehesa de Tamames. Era la única sesión programada para fotografiar atardecer en la dehesa y parece que la suerte no les sonrió demasiado: las nubes se quedaron bajas en la zona por la que se ponía el sol y el resto del cielo prácticamente despejado, sin color y sin las luces doradas que se suelen producir en este tipo de dehesas. A muchos les quedó el consuelo de poder fotografiar las extraordinarias colonias que abundaban entre las encinas.
Cuando los que volvían de fotografiar el atardecer se cruzaron con una inmensa caravana de vehículos en dirección contraria, primero se quedaron extrañados pero luego se dieron cuenta de que se trataba del resto de compañeros del congreso que se dirigían a la dehesa para realizar el taller de fotografía nocturna de paisaje con José B. Ruiz. Este taller era otro de los grandes atractivos del congreso y a muchos les sorprendió el mundo nuevo de posibilidades fotográficas que se abría ante ellos a medida que José B. avanzaba en sus explicaciones. Al poco de comenzar el taller dos de los ganaderos de la dehesa se presentaron allí, con el susto en el cuerpo al ver a una treintena de fotógrafos en su dehesa. Se quedaron más tranquilos cuando se les explicó que se contaban con los permisos necesarios, pero seguro que recordarán durante mucho tiempo la impresión que les causó el encontrar tantas personas iluminando y fotografiando encinas en plena noche. El taller se alargó hasta bien entrada la noche y fueron muchos los que volvieron al hotel agotados pero satisfechos tras un larguísimo día de actividades.
La actividad volvió a comenzar muy temprano al día siguiente. Para el viernes 24, además de los que salían a primera hora hacia la reserva de Campanarios de Azaba para la sesión de amanecer y entrar a los hides y los que realizaban el «Playground», los que este día participaron en la única sesión de amanecer incluida en el programa también se levantaron muy temprano. Esta sesión de amanecer tuvo lugar en la misma dehesa de Tamames y los que se levantaron con la intención de asistir a esta actividad se encontraron con cielos prácticamente cubiertos que pocas luces interesantes. No obstante hay veces que durante los días cubiertos puede suceder el milagro del Sol colándose por debajo del manto de nubes iluminándolo todo. Desafortunadamente no fue el caso, al menos al pie de la letra. Las cámaras ametrallaban cuando tímidamente el sol se colaba de ese modo por debajo de las nubes. Unos tonos naranjas iluminaban la zona por la que salía el sol y los fotógrafos aprovecharon para captar las encinas centenarias en unas condiciones muy atractivas.
Apenas dos minutos después el sol volvió a ocultarse tras las nubes, pero los que participaban en la sesión de amanecer se quedaron con la miel en los labios y otra vez las orquídeas volvieron a saciar las ansias de fotografía de naturaleza. De hecho uno de los asistentes belgas consiguió una extraordinaria imagen de una oruga subiendo por el tallo de una orquídea. Los que tuvimos la suerte de verla en la pantalla de su cámara coincidimos en que es una de esas fotografías que acaban colándose entre las finalistas de los concursos internacionales.
Volvíamos al hotel cuando a la entrada de la dehesa nos estaba esperando un guarda forestal de la zona. Su actitud poco respetuosa, pidiéndonos la documentación con un tono desagradable y amenazándonos con sanciones y prohibiciones, nos dejó muy mal sabor de boca a los que tratamos con él. Todo volvió a su cauce cuando hicimos referencia a la autorización con la que contábamos por parte del Alcalde del pueblo correspondiente.
Parece que el viernes iba a ser un día mucho más propicio para todas las actividades. El día cubierto pero sin lluvia favorecía a los que realizaban la sesión de «Playground», que acabaron mucho más satisfechos con los resultados que los que el día anterior fotografiaron las cascadas y el meandro con sol. por el contrario, estas nubes hicieron que los buitres tardaran un poco más en bajar que el día anterior en los hides. Esta actividad era de gran importancia porque tener los buitres a un par de metros era el motivo que había hecho a varios fotógrafos venir desde otros países a esta edición del congreso. De hecho, muchos de ellos ante la expectación de tener delante los buitres en unas pocas horas no se molestaban en fotografiar el amanecer y se mostraban inquietos por entrar cuanto antes a los hides.
También en Batuecas se notó la mejoría en las condiciones de luz para los que realizaron esta actividad el Viernes. La luz favoreció mucho más a los que fotografiaban las pequeñas cascadas que forma el río Batuecas a lo largo del sendero que recorrimos. Fue eso lo que motivó a unos pocos valientes a llegar al fondo del valle para fotografiar la cascada del Zarzalón, que tras un invierno y comienzo de primavera secos no mostraba su mejor cara.
Las previsiones meteorológicas no fallaron y el mal tiempo fue llegando poco a poco. Esto se tradujo en que al mediodía recibiéramos la llamada de la empresa del globo aerostático confirmando que en aquellas condiciones no se podía volar. Muchos de los asistentes se mostraron desilusionados pero para compensar el disgusto, ocupamos la tarde del viernes con actividades que cubrieran el hueco que había dejado el globo.
No hicimos demasiadas deliberaciones ya que teníamos bastante claros cuales eran los objetivos de la mayoría de los asistentes y qué era lo que más les iba a gustar. Planteamos dos opciones: la primera consistía en volver a fotografiar el atardecer a la dehesa de Tamames y la segunda en tratar de fotografiar machos de cabra hispánica, que en los días previos habíamos localizado en un área de acceso restringido del Parque Natural. In extremis, y en unas pocas horas gestionamos los permisos con los guardas del parque para que aquella tarde pudieran salir cargados con sus pesados teleobjetivos a fotografiar este preciado animal.
Esperamos más de una hora a unos 50 metros del lugar al que habían ido a dormir unos días antes pero ese día parece que habían elegido otro risco, y se encontraban tranquilamente comiendo en una ladera cercana. Con la esperanza de que vinieran al lugar idóneo para fotografiarlos, nos colocamos a una distancia prudente para no ser vistos y que los teleobjetivos pudieran capturarlos. La condiciones no eran las mejores pero la mayoría de los asistentes se mostraron muy agradecidos por plantear una opción que para muchos resultaba incluso más atractiva que el vuelo en globo. De hecho algunos de los fotógrafos que nos acompañaron se dirigieron personalmente para agradecernos el hecho haber planteado esta nueva actividad.
Regresamos al hotel a la hora a la que partía el grupo que el viernes realizaba el taller de fotografía nocturna con José B. Ruiz. Ante la suave lluvia que caía decidimos que no era viable realizar el taller de fotografía nocturna en la dehesa, pero eso no iba a ser excusa para que se quedaran sin recibir una masterclass del profesor. En un acogedor salón del hotel, José B. Ruiz acomodó a los alumnos en sillas y sillones y, ante un improvisado proyector, compensó los conocimientos que en el campo hubieran aprendido.
El cansancio ya iba haciendo mella en los asistentes y muchos agradecieron que el sábado la visita a Campanario de Azaba no incluyera sesión de amanecer, lo que se traducía en que la actividad comenzaba casi 2 horas más tarde. Pero fuera del programa y de forma espontánea, el día anterior se planteó una sesión extra de amanecer en el meandro del Alagón A pesar del cansancio, unos cuantos valientes se atrevieron a desafiar al mal tiempo y fotografiar al amanecer. La verdad es que ninguno se arrepintió ya que un cielo tormentoso adornaba las montañas que se encontraban al fondo del meandro creando un paisaje realmente dramático y atractivo.
El sábado el mal tiempo se había metido de lleno y la lluvia ocasionó que los buitres tardaran mucho más de lo esperado en aparecer frente a los hides en Campanarios de Azaba, lo que hizo que se retrasara la sesión más de lo esperado. Por otra parte, el mal tiempo canceló la visita al valle de Batuecas ya que las rocas por las que había que pasar para llegar a algunos de los lugares marcados en el recorrido se encontraban mojadas y resbaladizas, lo que suponía un verdadero peligro para los asistentes, por no hablar de la incomodidad que para muchos suponía fotografiar bajo la lluvia. Por el contrario, esta lluvia en el valle de Batuecas se traduce en belleza, ya que la humedad hace que la capa de musgo que recubre los troncos y ramas de los árboles se vuelva esponjosa y verde sacando a relucir el verdadero atractivo de este paisaje. La mayoría de los asistentes se dispersaron buscando rincones bajo la lluvia y exprimiendo las oportunidades que estas condiciones les brindaron aquel día en Batuecas.