Hace miles de años, en la antigua Grecia, Zeus, dios de dioses, y Mnemósine, titánide que personifica la memoria, engendraron en nueve noches consecutivas a Calíope, musa de la elocuencia, la belleza y la poesía épica; Clío, musa de la historia; Erato, musa de la elegía; Euterpe, musa de la música; Melpómene, musa de la tragedia; Polimnia, musa de la lírica; Terpsícore, musa de la danza; Talía, musa de la comedia y Urania, musa de la astronomía.
De la historia del nacimiento de las nueve musas podemos aprender muchas cosas, como que Zeus, a pesar de peinar barbas blancas, no necesitaba pastillas azules. Pero también podemos aprender que las musas son hijas de Mnemósine, es decir, que la inspiración nace de la memoria.
Utilizaremos este mito para empezar a descifrar la inspiración y para acabar con la idea de que esta es una presencia mágica, que se manifiesta sin explicación alguna para susurrar al oído de unos pocos elegidos.
Nos apoyaremos también en un mortal, uno de los más importantes poetas de la historia, Octavio Paz. El lírico mejicano nos ha dejado varias citas para enmarcar en su ensayo El arco y la lira, como esta, en la que expresa qué no es lo poético:
“Lo poético no es algo dado, que esté en el hombre desde su nacimiento, sino algo que el hombre hace y que, recíprocamente, hace al hombre. Lo poético es una posibilidad, no una categoría a priori ni algo innato”. Octavio Paz
En esta cita, Octavio destruye la idea de la inspiración poética como algo innato y divino, dejando claro que es algo que el propio hombre hace. Pero, ¿cómo podemos hacer para crear nosotros mismos esta posibilidad? En la siguiente cita, Octavio nos dice lo que sí es ese “encuentro inesperado” con las musas:
“Cada vez que oímos la voz, cada vez que se produce el encuentro inesperado, parece que nos oímos a nosotros mismos y vemos lo que ya habíamos visto. Nos parece regresar, volver a oír, recordar”. Octavio Paz
Como bien dice el sabio poeta, ese “encuentro inesperado” con “la voz” no es más que una iridiscencia de nuestros recuerdos. La inspiración, a veces de forma más evidente y a veces de forma más velada, nace en nuestra memoria.
Del mismo modo, podemos entender por qué a algunos autores y autoras la inspiración les brinda ideas, poemas, pinturas, composiciones o fotografías que son símbolos de la mayor excelencia, mientras que a otros “la voz” solo nos susurra mediocridades. La respuesta está en la dieta. Cuanto mejor alimentemos nuestro interior, mejores frutos recogerán en él las hijas de la memoria. Si lo alimentamos de mucha telebasura y poco teatro, de mucho centro comercial y poca biblioteca o de muchas charlas banales y pocas conversaciones enriquecedoras, las musas nos traerán pobres frutos. Empero, si bebemos de la más sublime filosofía, si hacemos vibrar a nuestro corazón con la más elevada música, si prendemos nuestros sentidos con la más excelsa poesía o si empapamos nuestra alma con los más enriquecedores coloquios, las divinas hermanas nos deleitarán con los más preciosos frutos.
Recordando nuestro anterior artículo, El crecimiento del autor, podemos descifrar la inspiración como la suma de la introspección, el crecimiento cultural y el crecimiento espiritual. Desde Alma Natural, no nos cansaremos de insistir en la importancia de abrir la fotografía de naturaleza a otros círculos de la fotografía. Debemos conocer a los clásicos de cualquier disciplina y relacionarnos con nuestros contemporáneos, no solo para participar en más concursos, sino también, y sobre todo, para compartir charlas e inquietudes. Y es que, cuando hablamos de fotografía desde lo más profundo de nuestra alma, nos damos cuenta de que todos tenemos mucho en común, independientemente de si fotografiamos animales, paisajes vírgenes, personas o calles bulliciosas. Lo mismo ocurre con otras disciplinas artísticas. Es vital para el desarrollo de un fotógrafo empaparse de otras artes, pues de ellas viene el conocimiento, la cultura, la inspiración.
Esto es algo que sabía uno de los más grandes de la historia de la fotografía, Ernst Haas. El vienés diferenciaba entre inspiración directa e inspiración indirecta. Según Haas, la inspiración directa podría ser la inspiración que el fotógrafo recibe de la forma más evidente, desde la estética de la propia fotografía. Por otro lado, la inspiración indirecta sería una inspiración más profunda, que el fotógrafo recibe desde otras artes:
«No quiero declarar que no hay carreteras con direcciones fructíferas. En el aprendizaje las hay. Síguelas, úsalas y olvídate de ellas. No estaciones. Las carreteras te llevarán allí, pero nunca intentes llegar. La llegada es la muerte de la inspiración. Cuidado con la inspiración directa. Conduce demasiado rápido a la repetición de lo que te inspiró. Ten cuidado con demasiado sabor, ya que conduce a la esterilidad. Refina tus sentidos a través de los grandes maestros de la música, la pintura y la poesía. En resumen, prueba inspiraciones indirectas y todo vendrá por sí solo». Ernst Haas
Haas nos avisa del peligro que corremos buscando la inspiración más simple, el peligro de la repetición, el peligro de no ser más que unos burdos imitadores de nuestros referentes. Pero también nos persuade de “no estacionar”, de “no intentar llegar”, porque “la llegada será la muerte de la inspiración”. Nosotros añadiremos que la llegada será la muerte del autor. Todos conocemos a creadores que tras encontrar algo que les funciona, algo que les brinda un éxito externo (reconocimiento, fama, dinero…), al que pueden llegar por inspiración directa o por inspiración indirecta, no hacen más que plagiarse a sí mismos, repitiendo la fórmula magistral de su éxito hasta hacer su alma harapos.
Todo autor debe tener presente este consejo que Pablo Neruda nos ha regalado en sus magistrales memorias, Confieso que he vivido:
«La poesía no es una materia estática, sino una corriente fluida que muchas veces se escapa de las manos del propio creador». Pablo Neruda
Cierto es que la poesía, igual que cualquier arte, supera al ser humano. Por este motivo, será más inteligente y más enriquecedor dejar que sea el arte quien nos lleve, dejarnos fluir por sus senderos, ya sean estos de amargo sudor, de vomitiva sangre o de dulce ambrosía. Vaguemos por ellos ya sea sufriendo, riendo o llorando, pero nunca nos detengamos ni nunca esperemos llegar, porque todos los caminos del arte llevan a Ítaca.
No obstante, no debemos acercarnos a la cultura tan solo para mejorar nuestras fotografías. Mucho más importante que eso es acercarse a la cultura, como bien nos enseñó Nuccio Ordine en su manifiesto La utilidad de lo inútil, para ser personas verdaderamente plenas y verdaderamente libres. Los saberes que contribuyen al cultivo del espíritu y al desarrollo cultural de la humanidad son los que realmente nos hacen hombres y mujeres capaces de pensar por sí mismos. En verdad, el pueblo con derecho a voto que tenga su cultura menoscabada no será más que una obediente fila de esclavos al pie de una urna.
Corría el año 1915, cuando en Granada un grupo de jóvenes intelectuales comenzó a reunirse en un pequeño rincón del café Alameda. Allí, hasta 1922, tuvieron lugar de forma cotidiana las más celebres charlas de la ciudad. En Las Tertulias del Rinconcillo participaban músicos como Manuel de Falla, catedráticos como Francisco Soriano, escultores como Juan Cristóbal, pintores como Hermenegildo Lanz, periodistas como Constantino Ruiz, políticos como Fernando de los Ríos o poetas como Federico García Lorca. Juntos, compartiendo sus ideas, sus reflexiones y sus creaciones, empezaron aquí a poner los cimientos de sus brillantes vidas. Sin embargo, Granada tenía sus limitaciones para tan inquietos mozos y muchos de ellos acabaron yéndose a París o a Madrid.
Con similar idiosincrasia, en 1910, Francisco Giner de los Ríos puso las bases de la Residencia de Estudiantes de Madrid, proyecto afín a la Institución Libre de Enseñanza. Este centro acabó siendo un hervidero cultural del que salieron muchos de los hombres y mujeres más importantes de nuestra historia.
En 1919, desde Granada, llega a esta residencia el que acabaría siendo el más carismático líder de su generación, Federico García Lorca. El granadino formó parte de una de las promociones más eminentes. En aquellos tiempos, se podía ver por allí a personalidades como Salvador Dalí, Maruja Mayo, Luís Buñuel, María Zambrano, Rafael Alberti, María Teresa León, Antonio Machado o Victoria Kent. Poetas, músicas, pintores, científicas…, para todos ellos la Residencia era un paraíso intelectual. Los más grandes del mundo querían disfrutar de una estancia allí para compartir tertulias con estos eruditos. En aquella histórica época pasaron por la Residencia celebridades como Marie Curie, Albert Einstein, Gabriela Mistral o Pablo Neruda.
Educación, cultura y, fundamentalmente, políticas para hacerlo posible, dieron como fruto a la llamada generación de plata de nuestra historia, la Generación del 27. Estos hombres y mujeres nos dieron un precioso legado de arte, ciencia y cultura pero, sobre todo, contribuyeron a la época de mayor prosperidad, progreso y libertad de nuestra historia.
Pocos años más tarde, en 1936, llegó la guerra civil que acabó dando lugar a una larga dictadura. El fascismo pudo consolidarse, en gran medida, porque algunas de las primeras acciones que tomaron fue acabar con la cultura; convirtieron el fervor cultural en un páramo intelectual. En agosto de 1936, fue asesinado un hombre que, a pesar de su corta edad, posiblemente fue quien más hizo por la cultura en España después de Miguel de Cervantes, Federico García Lorca.
La inmensa mayoría de los compañeros y compañeras de Federico acabaron asesinados o exiliados. Cuarenta y cinco años después de la muerte del dictador, nuestro país y nuestra cultura, en buena parte, se han recuperado. No obstante, seguimos muy lejos de gestar una generación tan brillante como aquella del 27.
Pero tenemos la fórmula. Sabemos cómo se desarrolló tan envidiable generación; sabemos que no ha sido fruto de la casualidad. Se puede volver a lograr con el compromiso de políticos, profesoras, pintores, filósofas, poetas, músicas o, por supuesto, fotógrafos, comprometidos y unidos por una misma causa: crear una sociedad sensible, culta y verdaderamente libre.
Desde las agrupaciones culturales, como nuestras asociaciones, debemos dejar de mirar a los lados y ser conscientes de nuestro potencial. Unámonos con más colectivos de fotógrafos de cualquier disciplina para nutrirnos mutuamente; organicemos charlas con pintores, poetas, músicos…; difundamos juntos la pasión por la cultura y presionemos a nuestros dirigentes para que esta siempre sea una prioridad, especialmente en los peores momentos, pues solo la cultura nos hará dignos de llamarnos seres humanos.
Algún día, miles de años después de aquellas nueve noches de pasión en Grecia, dos mujeres, una llamada Memoria, la otra llamada Cultura, engendrarán a una niña con cenizas de libros quemados, lágrimas de filósofas exiliadas y sangre de poetas fusilados. De lo más profundo de su pecho brotará el más consciente y sincero grito: ¡Libertad!
Grupo Alma Natural.