Luis Arranz no es un biólogo cualquiera. Nacido en 1956 en Santa Cruz de Tenerife, su vida ha sido una epopeya de desafíos y sacrificios en la conservación de la naturaleza en África. Cuando estudiaba Biología en Madrid a finales de los años 70, soñaba con trabajar entre jirafas, leones y rinocerontes. Lo que nunca imaginó era que terminaría inmerso en una guerra contra el furtivismo, enfrentando guerrilleros armados, comprando municiones y armas en el mercado negro además de despedirse de compañeros asesinados por proteger la vida salvaje.
Desde 1980, Luis ha dedicado su vida a cuidar algunos de los parques nacionales más emblemáticos y conflictivos del continente africano. Ha estado al frente del Parque Nacional de Monte Alén en Guinea Ecuatorial, del Parque Nacional de Zakouma en Chad y del Parque Nacional de Garamba en la República Democrática del Congo. Cada destino ha sido un campo de batalla donde la vida silvestre y la humanidad luchan por coexistir.
Luis llegó a Garamba en 2007, un lugar estratégico y complicado, situado en la frontera con Sudán del Sur, Uganda y la República Centroafricana. Esta región, plagada de conflictos, es hogar del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), un grupo guerrillero conocido por secuestrar niños para convertirlos en soldados y por financiarse mediante el comercio ilegal de marfil. El parque, de más de 4.000 kilómetros cuadrados, es un santuario natural para elefantes, jirafas y otras especies que enfrentan la amenaza constante del furtivismo.
Durante sus siete años en Garamba, Luis presenció el asesinato de 700 elefantes, abatidos por cazadores que buscaban sus codiciados colmillos. Sin embargo, esa cifra, aunque impactante, era inferior al promedio africano. Bajo su liderazgo, las poblaciones de hipopótamos, jirafas y leones comenzaron a recuperarse. Pero cada avance tenía un costo altísimo: en ese tiempo, 20 de sus guardas murieron en servicio.
Luis llegó a Garamba en 2007, un lugar estratégico y complicado, situado en la frontera con Sudán del Sur, Uganda y la República Centroafricana. Esta región, plagada de conflictos, es hogar del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por sus siglas en inglés), un grupo guerrillero conocido por secuestrar niños para convertirlos en soldados y por financiarse mediante el comercio ilegal de marfil. El parque, de más de 4.000 kilómetros cuadrados, es un santuario natural para elefantes, jirafas y otras especies que enfrentan la amenaza constante del furtivismo.
Durante sus siete años en Garamba, Luis presenció el asesinato de 700 elefantes, abatidos por cazadores que buscaban sus codiciados colmillos. Sin embargo, esa cifra, aunque impactante, era inferior al promedio africano. Bajo su liderazgo, las poblaciones de hipopótamos, jirafas y leones comenzaron a recuperarse. Pero cada avance tenía un costo altísimo: en ese tiempo, 20 de sus guardas murieron en servicio.
Para proteger el parque, Luis tuvo que tomar decisiones extremas. Enfrentado a un sistema internacional que financiaba vehículos y hospitales, pero prohibía la compra de armas, recurrió al mercado negro para armar a sus guardas. «No había otra opción», explica. El peligro era constante, con patrullas enfrentándose a cazadores furtivos y guerrilleros. En un ataque en 2009, el LRA asesinó a 18 personas, incendió aviones y destruyó vehículos. En Garamba, el peligro no era una posibilidad, era una certeza.
Luis mismo vivía con escoltas armados, aunque se negaba a portar un arma. “Tener una pistola en la mesilla no cambiaría nada”, decía. Sin embargo, contaba con 180 guardas bien equipados, quienes a menudo necesitaban formaciones de combate impartidas por fuerzas especiales de Israel o Francia.
A pesar de la guerra que enfrentaba, Luis nunca perdió de vista el valor de la educación y el desarrollo comunitario como pilares de la conservación. Bajo su gestión, el parque construyó escuelas, hospitales y carreteras. Era un mensaje claro para las comunidades locales: conservar la naturaleza puede traer beneficios tangibles. Les recordaba que en el pasado, cuando había rinocerontes en Garamba, la vida no era mejor. Ahora, sin ellos, las condiciones no habían mejorado. La relación entre las comunidades y el parque debía basarse en el respeto mutuo y en una visión de futuro.
Un llamado a la acción desde España
Desde su regreso a España, Luis insiste en la importancia de involucrarse en la conservación de África. Pide a las personas que dejen de consumir productos de marfil y señala la caza deportiva como una práctica absurda y cruel. “La época de cazar leones pasó, igual que la de matar ballenas”, afirma con firmeza. También subraya la necesidad de apoyar a organizaciones y gobiernos que inviertan en la defensa de los parques nacionales. Sin esa ayuda, en un par de generaciones, especies icónicas como los elefantes y los rinocerontes podrían desaparecer.
La historia de Luis Arranz es una lección de valentía y determinación. Es un recordatorio de que la conservación no es un lujo, sino una necesidad. Mientras algunos ven África como un lugar lejano, él nos invita a verla como un patrimonio mundial que merece ser protegido, no solo por los africanos, sino por todos.
Esperamos que disfrutes con el streaming que tendremos con Luis.