El cielo se cubrió con ligeras nubes altas las noches restantes. Solo se veían las estrellas más intensas y las luces del norte tan solo asomaron tímidamente en alguna ocasión. La Luna creciente nos desveló un paisaje nocturno diferente, luminoso, lleno de sombras y siluetas que agitaban mi imaginación. Las huellas de las liebres desapareciendo entre los árboles se veían mejor que nunca.
Había planeado fotografiar el bosque encantado con el juego de luces que crean las nubes y la niebla al amanecer y al atardecer, sin embargo, la fortuna me llevó a descubrir la magia de su noche. La naturaleza es asombrosa, conocerla y retratarla con mi cámara es un poderoso aliciente en mi vida. Ya estoy pensando en mi próxima historia, quizá el despertar de un hayedo en primavera.