El Comité de Reveladas AEFONA empieza el año con energía renovada, retomando las entrevistas de Revelando Reveladas.
Esta vez no había duda de a quién entrevistar. No podía ser otra que Marta Bretó, la última ganadora del Premio Fotógrafo Conservacionista “José Antonio Valverde”—por su proyecto “Artic Survivors. Tras las huellas del zorro ártico”— y ganadora de una mención especial en la categoría Naturalezas cercanas del Concurso AEFONA Fotografía para la Conservación —por la fotografía Vuelo al atardecer—.
Marta Bretó es una fotógrafa aventurera, amante de los retos y a la que le gusta hacer phototrekkings por los lugares más recónditos y deshabitados. No hay viento, sol, agua, nevada o ventisca que la pare.
¿Quieres saber más sobre ella, sus viajes y sus próximos proyectos? Pues aquí te dejamos un resumen parcial de la entrevista que le hicimos el pasado viernes 21 de enero a través de la cuenta de YouTube, @aefona_oficial.
Adelina: Marta, los espacios de Revelando Reveladas son entrevistas, yo no diría que lo son al uso, porque nos gusta conoceros un poco más profundamente, saber un poquito más de vosotras y, bueno, este año has ganado varios premios, queremos también hablar de ellos, pero a mí personalmente me gustaría saber cómo llegas a la fotografía de naturaleza.
Marta: Muy bien, pues a ver a ver si os puedo explicar un poquito…. Aquí en pantalla, ahora mismo, lo que estáis viendo es ni más ni menos que la primera foto de Marta Bretó. Venga, a apreciar los matices y los detalles, ¡ja, ja, ja!… Pues yo no sé cuántos años tendría, pues unos cinco años más o menos… Era la típica niña pequeña que… en vez de jugar con las barbies, jugaba con mis muñecos en formas de animales, tenía mi huerto, y el huerto se convertía en un paisaje en el que se formaban valles, montañas, ríos, y yo jugaba con mis muñecos de goma que podían ser tigres, leones, lobos, etcétera; jugaba ahí y también, pues lo típico, a hacer esas colecciones de cromos que todo mundo hacía, los cromos de Songoku…, pues yo tenía los cromos de los animales: de los perros, el de los gatos…, y me sabía todas las especies de todo… y poco a poco, esta atracción por la naturaleza, por los animales y por la nieve me fue encaminando, un poco después de estudiar el bachillerato artístico —en el cual empecé a centrarme más en la creatividad y demás—, decidí hacer un corte total e irme a vivir a la montaña. Estuve viviendo tres años en el Pirineo, en el valle de Arán, y ahí me formé como guía de montaña… Y también estuve compitiendo durante unos años en snowboard, en 2006 en los Alpes franceses, hasta que mi compañera de piso y yo tuvimos cada una un accidente… y esa lesión me fastidió toda la temporada. Pero eso fue como un regalo, porque lo que hice fue cogerle la cámara a un amigo y con la cámara me acabé dando cuenta de que esto me gustaba mucho, y mi primera fotografía seria se centró en esa montaña en los Alpes que se llama La Mousselle; también tiene un glaciar aquí arriba. Y cuando vi esta montaña, enseguida me la quise imaginar de noche con las estrellas encima… Y así empezó todo, con esta fotografía.
A.: ¿Cuándo llegas a AEFONA y qué fue lo que te llamó la atención para ser socia?
M.: Pues soy socia de zona desde abril de 2019 y la verdad es que estuve durante mucho tiempo dudando… Al final decidí dar el paso, y no me arrepiento para nada, de hecho, estoy supercontenta, ya lo sabes, lo llevo diciendo muchos días, que de verdad que creo que es una asociación que hace muchas cosas… Hay asociaciones que, bueno, te metes, te haces socio y simplemente te acuerdas cuando, una vez al año, te cobran la cuota, ¿no? Pero realmente yo creo que AEFONA es una asociación que está haciendo un montón de cosas: no solamente tiene el Congreso, que es como una fiesta, porque lo he vivido hace muy poco y sé que es como una fiesta que no hay que perderse; sé que se hace la revista, se hacen exposiciones de socios, se hacen vídeos también con fotografías de socios, se crean galerías, se hacen actividades en diferentes puntos de España…, o sea, que yo creo que es una asociación que vale mucho la pena para la gente que sea amante de la fotografía de naturaleza y que, por ejemplo, tenga ganas de conocer más, de hacer amigos que tengan esos mismos intereses, esas mismas aficiones o, incluso, pues para conocer más gente de este mundo y poder hablar con ellos, porque también es, yo creo, una asociación donde la gente que hay dentro es muy cercana, y eso también me ha sorprendido mucho, que puedes hablar con cualquiera con mucha facilidad y con mucha amabilidad por parte de los miembros de AEFONA, así que estoy contentísima.
A.: Marta, en 2021 has recibido varias menciones y premios, entre ellos, una mención especial en la categoría de Naturalezas cercanas, en el II Concurso AEFONA de Fotografía para la Conservación, por Vuelo al atardecer. Cuéntanos sobre esa imagen, qué fue lo que te llevó a participar y cómo hiciste esa fotografía.
M.: Pues la verdad es que, sobre todo, me decidí a participar porque me gustó mucho que fuera una temática… que hubiera el mensaje de la conservación; así que estuve mirando a ver qué podía aportar yo, y dentro de las imágenes que aporté para el Concurso, esta fue la que tuvo la mención especial y es una fotografía de un vuelo de estorninos, fotografiado con una velocidad de obturación un poco lenta…, más o menos lo justo para que se entienda que son pájaros, pero que se empiecen a desdibujar las formas de los pájaros y se vean las líneas. Concretamente, lo que vemos son los estorninos en el momento de irse a dormir…
A.: Además de esta mención especial, también presentaste un proyecto al premio que también otorga AEFONA, el Premio Fotógrafo Conservacionista “José Antonio Valverde”, y ganaste, ¡enhorabuena! El proyecto se llama “Artic Survivors. Tras las huellas del zorro ártico” y, bueno, cuéntanos sobre este proyecto: cómo fue el comienzo, de dónde nace la idea, el proceso de creación, todo.
M.: Pues os cuento un poquito. Aquí, lo que veis en pantalla… es un zorro ártico. Es un zorro blanco de los que he dicho que, curiosamente, hay poquitos en Islandia, y este fue mi primer contacto con un zorro ártico. El zorro siempre ha sido mi animal tótem, como se dice, es mi animal favorito, y siempre la ilusión de mi vida había sido ver un zorro ártico; entonces, cuando por fin lo vi, y lo vi entre rejas, en una jaula tan pequeñita, que tiene ganas de salir, que está constantemente mirando para fuera, pues decidí que lo tenía que volver a ver, pero en libertad. Este fue el primer zorro ártico de Islandia que no pudo ser reintroducido a la naturaleza. Esta foto está hecha en el Arctic Fox Center, que funciona como un museo, pero cuya función principal, en un inicio, era recuperar animales salvajes para devolverlos a la naturaleza; sin embargo, las leyes cambiaron en 2014 y este fue el primero que no pudo volver a la naturaleza y, desgraciadamente, acabó muriendo aquí dentro. Eso me hizo plantearme el intentar ver cómo podía yo ser capaz de convivir con el zorro ártico en libertad. El zorro ártico llegó a Islandia con una de las últimas glaciaciones y, cuando el mar de hielo se retiró, quedó varado en esta isla. Entonces, para que nos entendamos, el zorro ártico fue el primer colonizador de la isla, fue el primer poblador antes que el ser humano. Aquí tenéis un zorro ártico blanco con pelaje de verano y aquí tenéis el zorro azul, con pelaje de verano también; aquí se le está cayendo un poquito del pelaje de invierno… Pero, desgraciadamente, su relación con el hombre en Islandia ha sido bastante truculenta, no ha sido bien aceptado por la sociedad y es muy fácil encontrar en toda la historia de Islandia, y en el folclore, indicios de odio hacia este animal…; temían mucho a los zorros e incluso durante unos años se cambiaron las leyes islandesas para obligar a erradicar esta especie, a extinguirla del país; existió una cosa que se llamaba “the fox tax”: en Islandia, si eras un granjero que tenías seis o más ovejas, estabas obligado a matar cada año a dos adultos y no sé cuántas crías —ahora no recuerdo de memoria—, y dado que estabas obligado, tú tenías que demostrarlo llevando los cráneos delante del representante… Pero aunque no está demostrado que los zorros cacen ovejas, lo que sí que es evidente es que cazan pájaros, porque son parte de su dieta, y el pájaro que más se ha cazado es este que veis aquí, que es el eider, y puede ser molesto porque el eider se utiliza para el plumón de los edredones, los abrigos y demás, y es una materia prima que es extremadamente cara (por cada kilo de plumón, pueden sacar entre 1500-2000 €), con lo cual, pues un granjero de éideres puede tener unos 20 o 30 kg al año, pues imaginaos, les interesa que el zorro no les asuste los éideres y los haga marchar a otra bahía… Aquí tenéis a Bjorbin Svensson y, como granjero, puede pedir un permiso para matar a todos los zorros de su fiordo y del fiordo de al lado solamente por ser granjero…
Puedes ver la entrevista completa aquí.