Comentario
Son instantes fugaces los que captamos a veces. Tras pasar Baza, entre Granada y Huétor, desde la autovía vi un rincón de álamos en la cuenca del río, con mucho color en el suelo, a causa de una plantación de esparragueras.
En unos minutos estaba en medio de la escena, rodeado por una niebla tenue, realizando varias imágenes en busca de algo especial. La lección aprendida desde hace años, los instantes son irrepetibles, cuando uno ve una foto, debe parar y hacerla.
De no ser así, nos exponemos a la teoría de mi amigo, el fotógrafo escocés Niall Benvie: cuando vamos a morir, todas las fotos que se nos escaparon pasan ante nuestros ojos, una muerte horrible.
La técnica
El encuadre transmitía desde el principio que allí había una foto, pero lo que iba saliendo era demasiado documental, como si la realidad atrapara el potencial de la escena y no dejara salir la emoción contenida. Hice bastantes pruebas de movimiento, una vez asegurados los planos realistas, nítidos. Los movimientos verticales los hice sobre trípode, pero el resultado no era especial, aunque válido.
Finalmente fue cámara en mano cuando conseguí los resultados que buscaba y que ya no esperaba obtener. Con una velocidad de obturación relativamente baja y moviendo la cámara en forma de círculo muy cerrado salió la imagen final, emocionante, y corrí a enseñarla a mi colega Luis Alcober, que estaba fotografiando unos metros más allá.
Valor de exposición: ajuste manual de la exposición ISO 100 – f/13 – 1/8 s
Temperatura de color: ajuste manual a 5800 K
Equipo: cámara Canon EOS 1 Ds Mark III. 70-200 mm f/2.8. Agitando la cámara a mano.