Del estudio de los autores clásicos sacamos la conclusión de que debemos estudiar el comportamiento de la luz, además de sus cualidades. La polarización, dispersión, refracción, difracción, distorsión… son básicas en el trabajo de muchos autores. Seguramente recordaremos las conocidas series de distorsiones Distortions, de André Kertész (1894-1985), así como otros muchos trabajos realizados a través de cristales, espejos, agua, telas, flou por aplicación de vaselina…
En mi caso, he basado muchas imágenes en estos estudios, aprovechando la luz natural, pero también creando las situaciones en estudio. Para este artículo me gustaría centrar el tema en torno al efecto niebla.
Hay diversas formas de lograr un efecto similar al de la niebla, pero insisto en la conveniencia de conocer bien antes el comportamiento de la luz. Luego expondré el porqué de buscar este tipo de tratamientos.
No creo que sea una técnica que haya sido muy empleada con anterioridad; en mis viajes y asistencia a ponencias no lo he oído nunca. De hecho, en las búsquedas que he realizado («blow on the lens», «empañar el objetivo» y similares), no hay constancia de su empleo por otros autores. Yo lo utilizaba ya con diapositiva, sobre mediados de la década de 1980. Pero si alguien tuviera referencias anteriores, le rogaría que me lo hiciera saber para documentar mejor este y otros artículos, libros y ponencias formativas.
La primera vez que expliqué la técnica de forma masiva fue en el proyecto de formación gratuita online Un año de fotografía, realizado para la Caja de Ahorros del Mediterráneo (CAM) en el centro CAMON de Alicante, emitido en directo en 41 sesiones de unas cinco horas cada una. Este programa ha sido descargado más de un millón de veces y sigue sumando.
El concepto de atmósfera
En un principio, las fotos de niebla vinieron solas, en días de niebla, naturalmente. La niebla aparece con su carga mágica y envuelve el paisaje, caprichosa, jugando con mostrar y ocultar según su densidad. Se combina con el color de la luz, anaranjado al amanecer, frío si está nublado, y crea una atmósfera especial, misteriosa, encantadora, propicia incluso para realizar imágenes en clave alta.
Sin embargo, con el tiempo y el estudio, uno sabe qué foto quiere conseguir y entonces aplica cuanto tiene a su alcance para hacerla posible. Se pueden lograr efectos muy similares a la niebla, incluso en días soleados, pero se logran efectos más sencillos si queremos reforzar una niebla ya existente o que se está disipando.
El profundizar en el vasto y complejo tema de la composición me llevó al estudio de los maestros de la pintura. Descubrí el tratamiento de la perspectiva atmosférica o aérea gracias a Leonardo da Vinci (1452-1519), así como en la obra de Caspar David Friedrich (1774-1840), que la aplicó de forma magistral.
Friedrich fue uno de los pintores más destacados del Romanticismo alemán y se dedicó a escenas del natural, paisajes reales que plasmaba con toda veracidad. Cabe destacar el hecho de que formó parte de la primera generación de artistas libres, que no pintaban por encargo, sino que buscaban el arte por el arte. Su género principal fue el paisaje, tanto montañoso como marino, buscando lo sublime, paisajes sobrecogedores, de vértigo. En la obra de Friedrich se percibe un gran tratamiento de la atmósfera, un instante de luz y/o meteorológico que envuelve la escena y aporta un momento especial.
Junto a Friedrich, surge otro talento en Inglaterra, en un romanticismo que ya dejaba vislumbrar la llegada del impresionismo. Adelantado a su tiempo, controvertido y original, Joseph Mallord William Turner (1775-1851) fue otro maestro que elevó la pintura de paisaje a máximos históricos. Se trata de otro pintor de la realidad, que se adentraba en las tormentas y galernas marinas para observar las luces que luego pintaba. Con frecuencia regresaba herido de estas aventuras y pocas tripulaciones se arriesgaban a acceder a su petición de acompañarles. La crítica lo maltrató por su tendencia a la abstracción —genial, pero incomprendida en su tiempo—, aunque sería admirada décadas más tarde por los pintores impresionistas. Turner es ahora reconocido como el más grande maestro de la pintura inglesa de todos los tiempos.
Viendo sus obras, uno cree comprender el concepto de atmósfera, pues ellos son los maestros a la hora de plasmarla. Soñando con estas escenas, uno toma la medida de sus propias fotos y se forma la conciencia de ser muy, muy pequeño. En sus cuadros están los secretos que anhelamos, las respuestas que buscamos.
Y finalmente, del deseo de plasmar estos momentos surge la búsqueda, los encuentros, la práctica, la experimentación. ¿Y si fuera posible dotar de cierta sensación de atmósfera a nuestras imágenes? ¿No podríamos conseguirlo independientemente de las condiciones atmosféricas naturales?
Crear una atmósfera
Entiéndase que el objetivo de estas consideraciones no es alcanzar la falsedad en la fotografía, sino que el autor pueda observar los cielos y reproducir con medios fotográficos —con luz y no con píxeles—, sin retoque posterior, aquellos momentos que ha presenciado y memorizado, estudiado en imágenes propias y ajenas. En mi caso, me permite plasmar imágenes soñadas con una regularidad que no podía ni haber concebido hace unos años.
El proceso de prueba del efecto se inició con desenfoques muy selectivos de objetos colocados en primer plano, o bien bajando el punto de toma hasta lograr que la nieve creara la sensación de niebla por desenfoque, al estar muy próxima a un teleobjetivo.
Este efecto de niebla de suelo puede hacerse con nieve, papel, tela, incluso metal. Acercándolo a unos centímetros de un objetivo que está enfocando un punto mucho más alejado, se logra la sensación de niebla. Esta técnica ya la aplicaba con diapositiva en 1986, sobre todo con faros y montañas, y fue mi primera experiencia en este sentido, con resultados bastante limitados.
Observando los resultados obtenidos en las fotografías realizadas en condiciones de niebla, comencé a intentar reforzar su efecto, es decir, cuando la niebla se empieza a disipar, se pueden reforzar y controlar los resultados mediante el empañamiento de la lente frontal del objetivo. Esta es la forma de aplicación que procura resultados más naturales y que puede utilizarse incluso con ópticas angulares. Lo ideal es aplicar el vaho del aliento de abajo hacia arriba, de forma que se disipe antes del primer plano del encuadre.
Esta es una buena forma de empezar a entender y controlar el efecto, viendo los resultados. Se realizan series de fotos con un espacio de unos pocos segundos, mientras se disipa la condensación, para luego elegir la imagen más convincente. En días con temperaturas bajas es relativamente sencillo aplicar el vaho, expirando el aire caliente de nuestros pulmones a corta distancia del elemento frontal del objetivo. Sin embargo, en condiciones de temperatura más elevada, ya no es tan sencillo. En estas aplicaciones, con ópticas angulares y encuadres abiertos, es mejor aplicar el vaho en la parte delantera de la lente, por tener esta mayor superficie que la trasera, y así poder lograr una gradación del efecto de abajo a arriba o a la inversa. En la trasera, el efecto se hace más homogéneo y está más recomendada para teleobjetivos.
Con suficiente experiencia podemos lograr efectos de niebla en condiciones de tiempo atmosférico totalmente despejado.
La práctica nos lleva también a obtener efectos sobre las luces, como si se filtraran en la niebla. Para ello, se realiza una aplicación selectiva del empañamiento, desechamos el vaho y en su lugar aproximamos un dedo —que habremos mantenido caliente en el bolsillo, por ejemplo— al área del objetivo que captará esa zona. Esta técnica suele dar resultado solo en condiciones de baja temperatura ambiente. Podemos aplicarla, por ejemplo, con luces de vehículos, como un tren en la noche, un faro, etc.
Luces en la niebla. Aplicación muy selectiva del empañamiento. Se aproxima un dedo a la parte frontal del objetivo que coincide con la zona superior del faro y se deja unos segundos en la fría noche hasta que se hace un ligero empañamiento. Una vez empañada selectivamente la zona se retira el dedo y se comienza la exposición. De esta forma se obtiene este efecto en las luces.
En días nublados, con cambios tonales en el cielo, es decir, con nubes más claras y más oscuras, se obtienen resultados muy gratificantes, con mayor sensación de atmósfera y momento.
En realidad, la atmósfera se logra mediante una combinación de vapor (nubes, niebla), que filtra la luz, y una dominante de color. Debemos pues elegir el balance adecuado para reforzar la atmósfera deseada, ya sea fría, de aspecto crepuscular o nocturno, o bien cálida, de sol filtrado entre la bruma.
La presencia de cielo refuerza mucho la sensación de atmósfera, normalmente más que si el fondo no mostrara cielo o nubes. El uso de un teleobjetivo luminoso a diafragma bastante abierto procura fondos desenfocados que también contribuyen a lograr un efecto con gradación.
Consejos sobre el procesado
Por lo general, en estas imágenes en las que se obtiene un efecto de luz suave y filtrada, no es deseable realizar un procesado de alto contraste. Convendría respetar las altas luces con detalle, pero sin ajustar el nivel de negros más que para regular ligeramente el contraste. Los resultados son fotografías de bajo contraste.
Podemos realizar imágenes en clave alta, pero entonces tenemos que desplazar los valores tonales entre uno y medio y dos diafragmas, de forma que el blanco pierda detalle y los valores tonales se desplacen. En lugar de tonos negros y oscuros, tendremos como mucho un gris medio o incluso más aclarado. Si en este tipo de imagen los tonos más claros tuvieran detalle, no se trataría de una clave alta, sino de una imagen de muy bajo contraste.
Finalmente, podremos utilizar la técnica incluso en días despejados. Tenemos que observar que al empañarse la lente varían los valores de exposición y podemos obtener una imagen muy sobreexpuesta. Por ello, es conveniente volver a evaluar la medición antes de captar la imagen a través del empañamiento. Buscaremos un histograma derecheado, pero sin parpadeo de altas luces, es decir, sin sobreexposición, salvo que queramos obtener una clave alta. Procederemos así tanto si captamos la imagen en formato RAW como en JPEG. Es posible que tengamos que realizar algún pequeño ajuste fino de color o contraste, por lo que siempre es mejor captar la imagen en RAW.
Y ahora con cristales, telas, espejos, agua…
Para el fotógrafo que trabaja a menudo improvisando en la naturaleza, disponer del empañamiento por vaho es un gran recurso siempre a mano, salvo en días de altas temperaturas, en los que puede no ser efectivo.
Para el trabajo en estudio y para fotógrafos previsores, o que profundicen en estas creaciones de atmósferas, se puede profundizar en el uso de diversos materiales que permiten obtener efectos de interés, para combinarlos o bien utilizarlos de manera aislada.
Es interesante haber testado previamente estos materiales para saber el tipo de efecto que proporcionan. Un simple trozo de cristal, o un filtro skylight que no utilicemos, y ya podemos probar a ensuciarlo con líquidos o emulsiones, como aceite, gotas de agua, cremas (vaselina), polvo, barro, etc. Igualmente sucede si empleamos espejos donde reflejamos la realidad, en los que, además, podemos pegar pequeños elementos a conveniencia.
Con respecto a las telas, es interesante probar diferentes densidades de las de tipo malla o media, así como de diversos colores. Las telas doradas, blancas, plateadas, marrones están entre mis elegidas. Además, pueden probarse a diferentes distancias de la óptica. Mis pruebas comenzaron con un 70-200 mm; encontré telas muy interesantes, que utilizo a menudo, y distancias óptimas de uso.
Llegué a fabricar filtros de tela sobre monturas de filtros sin cristal, donde sujetaba la tela tensa. En las imágenes hay algunos ejemplos.
Con respecto al agua conviene explorar las posibilidades que nos aporta una simple pecera. Podemos sumergir elementos, crear burbujas, aprovechar el fenómeno de la refracción de la luz, así como manchar el cristal frontal de la pecera, salpicarlo, teñirlo…Trabajar con agua puede suponer disponer de un pequeño espacio habilitado como estudio, pero no debemos desechar la idea de desplazarla a una localización en el caso de que sea necesario para obtener el efecto ensayado.
El flou
La técnica del flou tuvo su auge a principios del siglo pasado y permite aproximar la fotografía a la pintura impresionista, de forma similar a los efectos de las bajas velocidades de obturación con la cámara en movimiento.
Sus orígenes se remontan a poco antes de comenzar el siglo XX, con la corriente pictorialista, nacida de la competencia entre la fotografía y la pintura, con la intención de equiparar la fotografía al resto de formas artísticas. Para ello, se renovaron ciertos aspectos como el sistema de producción de la imagen, así como su estética y su temática. En la producción fotográfica utilizaron procedimientos artesanales que requerían de la intervención manual de los positivados, de forma que cada resultado era una obra única. Estos procedimientos se basaban en el uso del carbón, la goma bicromatada o el bromóleo.
En cuanto a la estética, esta escuela rechazaba lo real y disfrazaba la imagen, escondiendo así su origen fotográfico. Lograba este efecto filtrando la realidad con velos y pantallas, naturales y artificiales, que daban como resultado una imagen desvanecida, que se exageraba aún más durante los procedimientos de positivado.
El resultado es conocido como flou artístico. Esta técnica armonizaba muy bien con los temas favoritos de la época: composiciones bucólicas, paisajes brumosos, mujeres envueltas en velos…
Pronto estas imágenes fueron adquiridas por la burguesía, con lo que la fotografía se introdujo en el mercado del arte. Cuatro de los focos más importantes donde se potenció el pictorialismo fueron el Camera Club de Viena, el Linked Ring de Londres, el Photo-Club de París y el Camera Club de Nueva York.
En España esta corriente llegó con unos años de retraso y duró hasta la década de 1950, por lo que convivió con las vanguardias, dando como resultado un estilo muy peculiar. Algunos de los grandes fotógrafos pictorialistas españoles fueron José Ortiz Echagüe, Joaquim Pla Janini y Antonio Campañá.
Existen distintas técnicas dentro de la llamada lente blanda o suave (soft o flou), que van desde la utilización de filtros especiales diseñados para este fin, como el softar, hasta otros usos más artesanales y personales, como sería el efecto flou por aplicación de vaselina. Esta variante consiste en untar este producto sobre un filtro y extenderlo por él hasta obtener el efecto deseado en cada parte de la imagen. De esta forma, se consigue una redirección de las altas luces, que invaden la zona de las sombras. Los efectos que se pueden conseguir son muy artísticos, ya que prácticamente se moldean las luces sobre el color, y el resultado son imágenes especiales, muy pictóricas.
El efecto flou no es solo un desenfoque evidente o una pérdida de definición en la imagen. Podría definirse como una difusión mórbida de las altas luces, que invaden la zona de sombra. El flou difumina la imagen en su totalidad o parcialmente y, dependiendo de dónde se aplique, pueden obtenerse curiosos efectos. Al desvanecerse la forma y convertirse en una abstracción de la misma, el color toma un mayor protagonismo, por lo que resulta un excelente ejercicio compositivo, que nos permite explorar un mundo pictórico, casi onírico, y más abstracto.
Para conseguir el efecto flou con la vaselina es recomendable utilizar un filtro UV o skylight, para no aplicarla directamente sobre la lente. El filtro se enrosca perfectamente limpio y entonces se aplica vaselina neutra en muy pequeñas cantidades. Dependiendo de la fluidez de la vaselina y de la forma en que la distribuyamos, obtendremos un considerable número de variantes y efectos. Es recomendable el uso del trípode, para una precisa distribución de la vaselina en el encuadre, y de una bayeta o toallita, para quitar los excesos y limpiar aquellas partes del encuadre que queramos mostrar.
Con respecto al flou debemos conocer la obra del mencionado Ortiz Echagüe (1886-1980), así como la del fotógrafo inglés David Hamilton (1933), que alcanzó una gran popularidad en los años 70 del siglo XX. Hamilton utilizó diversos filtros y aplicaciones en la búsqueda de imágenes de aspecto onírico, que refuerzan la nostalgia que envuelve el cambio que se produce en el paso de la niña a mujer. Son imágenes de adolescentes con una cuidada composición clásica y ese tratamiento plástico tan marcado. Pero Hamilton también fotografió paisajes con un logrado efecto pictórico, con uso de lentes suavizantes, filtros y vaselina.
Consideraciones prácticas
– Estos efectos son fruto de la admiración por las imágenes con atmósfera —tanto fotos como cuadros— y de mi propia visión de fotos dotadas de estas atmósferas, con mayor carga subjetiva y de transmisión de sensaciones. Es recomendable que cada autor se plantee el porqué de sus propios tratamientos.
– No conviene abusar del efecto; en mi caso la aplicación surge de visiones.
– El efecto de atmósfera creada se logra con mayor dificultad con angulares; hay que extremar las precauciones para obtener una buena gradación del efecto y mayor naturalidad.
– En días cálidos es bastante difícil empañar el objetivo.
– Resulta de gran utilidad llevar en la mochila un metacrilato transparente para ensuciar o aplicar geles o líquidos.
– Conviene buscar y practicar con algunas telas, especialmente cuando se trabaja con tranquilidad o en estudio.
– Es muy sencillo llevar un filtro de tipo UV o skylight y un pequeño tubo de vaselina para utilizar el flou.
– Debe haber una razón, un concepto tras el uso frecuente de estas técnicas; se debe procurar descubrirlo al inicio del proyecto fotográfico, antes de la realización de las series.
José B. Ruiz